Pentecostés
por P. Rufus Pereira
Publicado en Holy Spirit Interactive

El Primer Pentecostés en el Cenáculo.

Fue para mí, como peregrino en Tierra Santa, una experiencia de Pascua inolvidable el haber pasado la Semana Santa desde Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección en Jerusalén –siguiendo los pasos del Maestro. Sin embargo al final de la semana sentí que mi peregrinación sería incompleta sino regresaba a los cuarenta días para pasar la Novena de Pentecostés, los nueve días que van desde la Ascensión hasta el domingo de Pentecostés siguiendo los pasos de los Apóstoles para revivir también su increíble experiencia.

Esperando la promesa del Espíritu.
Durante esos cuarenta días después de Su paso de la muerte a la vida, después de Su Resurrección, fue cuando el Señor se aparecía con frecuencia a los apóstoles. Primeramente para demostrarles que El aunque muerto y sepultado estaba ahora resucitado y vivo. Para asegurarles que volvería a Su Padre y que estaría siempre con ellos de una manera igual de real pero más eficaz Sus últimas palabras fueron: "Sabed que estoy con vosotros siempre" (Mt 28:20), y sobre todo les prometió vivir en su interior con su Vida resucitada en ellos: "Entraremos y haremos morada en Él" (Jn 14:23).

En segundo lugar, les entregaría su autoridad para predicar y sanar, su Cuerpo (Hechos 10:38; Lucas 9,12), con la garantía de que "El que crea en mi hará las mismas obras que yo y aún obras mayores" (Jn 14,12). No es que la obra de Jesús se hubiera terminado y empezase entonces la obra de la Iglesia, sino más bien, les encomendaba su misma misión que sería la que se iba a convertir en la suya. "Como el Padre me ha enviado, así os envío yo" (Jn 20,21). De esta manera iba a haber un flujo continuo e ininterrumpido de la misión de Jesús hacia el ministerio de la Iglesia.
En tercer lugar, el mismo poder que el Padre dio a Jesús, se lo daría a los Apóstoles como escribió Pedro: "Exaltado a la diestra de Dios, primero recibió la promesa del Espíritu Santo del Padre y entonces derramó este mismo Espíritu sobre nosotros" (Hechos de los Apóstoles 2,33). Y como escribió Pablo: "así Su poder está obrando en nosotros" (Ef 3,20). Jesús había avisado y garantizado a los Apóstoles cuando querían persuadirle para que no se fuera: "Os aseguro, que es para vuestro bien que me vaya, porque sino me voy, el Consolador no vendrá a vosotros, pero si me voy, Yo os lo enviaré" (Jn 16,7) Por lo tanto les insiste en que no se vayan de Jerusalén pero que "esperen la promesa de mi Padre" (Hechos 1,4). Y les anima diciéndoles: "Recibiréis poder cuando venga el Espíritu Santo sobre vosotros, y seréis mis testigos...hasta los confines de la tierra" (Hechos 1,8)

Orando con María nuestra Madre para recibir el Espíritu (Hechos 1,14)
Después, cuando Jesús fue llevado al cielo, los apóstoles se fueron del Monte de los Olivos a Jerusalén algo confusos pero esperanzados. Fueron al Cenáculo y allí esperaron pacientemente junto con María la venida del Espíritu Santo, y se reunieron todos en oración continua para pedir por el don del Espíritu Santo durante los siguientes nueve días hasta la mañana de Pentecostés. (Hechos 1,2,9.11-14)

Seguro que debieron recordar el ejemplo de Jesús y Su oración constante e eficaz que tanto había intrigado a los apóstoles y que entonces le pidieron que les enseñara a orar. (Lucas11:1-2). Se debieron acordar de la enseñaza de Jesús sobre la oración y como les enseñó cómo y por lo qué orar y acabando con la promesa: "¡Cuanto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que lo piden!" (Lucas 11:9-13). No debieron pues olvidar fácilmente la promesa de Jesús en la última cena: "Lo que pidiereis a mi Padre en mi nombre, El os lo dará, pues el Padre os ama" (Jn 15:15; 16:23-24, 26-27)

Además, los apóstoles tuvieron a María para inspirarles, tanto con su testimonio (Lc 1:46-55) como con su ejemplo ( (Lc 8:21; 11:28). Al iniciar Ella misma en oración “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra (Lc 1:38) fue cuando se cumplió la promesa la promesa hecha por el ángel: “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra” (Luc 1:35).

Por consiguiente, dado que el mayor regalo del Padre a sus hijos es el Espíritu Santo, a quien siempre está listo para darlo inmediatamente, libre y con alegría, así pues, primeramente el principal objeto, en cierto modo el único objeto de nuestra oración debería ser el dar y recibir el Espíritu Santo; y segundo, como hijos suyos, lo que necesitamos hacer es pedírselo al Padre con fe expectante, confiando en que lo recibiremos (Lc 11:9-12)
 

Alabar a Dios nuestro Padre por Su Espíritu (Hechos 2:11)
Después de estar esperando nueve días en oración, unidos como una sola familia con María, la madre de Jesús, llegó el día de Pentecostés y se cumplió la Promesa de Jesús. "Vino sobre ellos el Espíritu Santo como un vendaval impetuoso del cielo que llenó toda la casa, y vino como lenguas de fuego que se posaron en la cabeza de cada uno de ellos, "y todos fueron llenos de Espíritu Santo" (Hechos 2,1-4)

Enseguida salió de sus bocas una corriente de alabanza a Dios y empezaron a glorificarle euforicamente, incluso en lenguas bajo la inspiración del Espíritu Santo (Hechos 2:4-8,11) como para reafirmar el primer y más inmediato efecto del derramamiento del Espíritu Santo con aclamaciones y canciones de alabanza a Dios (Hechos 10:44-47). Este irrumpir de alabanza no era formal ni estereotipado sino espontáneo tomando la forma de "alabanza libre" y de "lenguas". Porque "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5:5), y "Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo en nuestros corazones que nos hace gritar , "¡Abba, Padre!" (Gal 4:6). De esta manera se nos da el poder para poner en palabras nuestro aprecio y amor a Dios por medio de la oración de alabanza que la Renovación Carismática ha restaurado en la vida de oración del individuo y de la comunidad.

Proclamar a Jesús nuestro Señor, El que bautiza en el Espíritu ( Hechos 2:14,36)
Lo último que ocurrió en ese primer día de Pentecostés y el tercer elemento en esa primera experiencia Pentecostal fue la proclamación de ese acontecimiento y la interpretación de esa Experiencia a todas naciones. Ese mismo Pedro que negó a Jesús antes (Lucas 22:56-58) ahora estaba con los once ya no detrás de las puertas cerradas por miedo (Jn20:19), sino unidos como un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo, y habló con voz potente (Hechos 2:14:4:13)- "No podemos dejar de proclamar lo que hemos visto y oído" (Hechos 4:20). Porque el Señor había mandado a sus discípulos no preocuparse de lo que iban a decir porque, "el Espíritu Santo os enseñará en ese momento lo que tenéis que decir" (Lucas 12:11,12).

Y tal como prometió Jesús, el poder del Espíritu con las palabras de Pedro trajo un doble convencimiento a los que le oían. Primero, la santidad de Jesús, el Mesías prometido, enviado por un Padre amoroso para morir por nuestros pecados Quien aunque crucificado estaba ahora resucitado y victorioso sobre la muerte, la consecuencia más grande del pecado, y que habiendo recibido el Espíritu Santo, a su vez había derramado ese mismo Espíritu sobre todos para darles una nueva vida. Segundo, les convenció de su pecado y así los llevó al arrepentimiento para que invocaran al Señor y fueran bautizados en Su nombre y que pidieran el Espíritu Santo que recibirían sin importar sexo, edad o nación. La primera proclamación de Pedro les traspasa el corazón y provoca una respuesta inmediata e increíble. Ese mismo día se les añadieron 3000 hombres. Una irrupción poderosa del Espíritu Santo había ocurrido en la historia humana. La Iglesia de Cristo nació y el Reino de Dios había comenzado. (Hechos 2:14-21,32-41).

Esos nueve días cruciales y preciosos (novena) en el Cenáculo, entre la Ascensión de Jesús a Su Padre en el cielo y la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, orando constantemente por el don del espíritu Santo en compañía de María, culminó con su alabanza gozosa a Dios Padre para pedir el don del Espíritu Santo. Así concluyó con el gran final de la proclamación dinámica por el poder del Espíritu, que el Cristo crucificado es ahora Señor Resucitado y Cristo, el que Bautiza en el Espíritu y el que comienza una nueva era. Casi 20 siglos después, la memoria que se nos ha trasmitido del primer Pentecostés en Jerusalén fue para mi una experiencia del Nuevo Pentecostés en Roma- exactamente hace 30 años, del 16 al 19 mayo del 1975. Lo que sigue es un relato verídico y un testimonio personal.
 

El Nuevo Pentecostés en la Basílica de San Pedro en Roma

http://www.youtube.com/watch?gl=ES&hl=es&v=PpY8KcvnKPY&feature=related

En la fiesta de Pentecostés de 1973, el Papa Pablo VI proclamó el comienzo de un Año Santo en 1975, y pidió al Espíritu Santo que empezara un nuevo movimiento, realmente espiritual, es decir carismático, que llevara a toda la humanidad de creyentes en una sola dirección. Como respuesta a esta invitación, Roma fue escogida primero como escenario de un encuentro realmente internacional sobre la Renovación Carismática en la Iglesia Católica, y segundo,  fueron adoptados como lema del congresolos dos propósitos del Año Santo: Renovación y Reconciliación, . El encuentro internacional resultó ser un Año Santo de peregrinación a la Ciudad Eterna donde yo estudié para el sacerdocio- y a la vez demostró ser un vivo testimonio de la fidelidad a la Iglesia de la Renovación Carismática Católica. Fue un gesto de lealtad a la cabeza visible, el Papa, y una expresión clara de su deseo de ser usado como instrumento no separado de la Iglesia sino como parte de ella para la renovación de todo el cuerpo místico de Cristo por el poder del Espíritu Santo.

El viernes, 16 de mayo de 1975, Diez mil miembros de la Renovación Carismática de 61 países vinieron a Roma, la Ciudad Eterna, la ciudad de Pedro que representa la autoridad y el aspecto estructural de la Iglesia. La ciudad de Pablo que representa su dimensión carismática y la ciudad de las catacumbas, las tumbas de tantos mártires que dieron testimonio viviendo y muriendo por su fe con alegría. Al dar la bienvenida a los participantes, el Cardenal Suenens, el asesor de confianza del Papa para la Renovación Carismática, dijo: "No hay mejor sitio para renovar vuestra fe y esperanza, y para amar como jamás habéis amado". Hacíendo referencia a la Exhortación Apostólica sobre la Alegría Cristiana sacada a relucir en Pentecostés, exclamó: "Mostrar en vuestras caras radiantes que Jesús está en verdad vivo." Se informó sobre el impacto de la Renovación Carismática en varios países. Yo hablé sobre la India, y se compartieron testimonios de la transformación que ha traído la Renovación a personas, familias, e incluso a parroquias enteras.

La participación en los seis talleres el sábado por la mañana nos acercó mucho a los líderes internacionales a los cuales a muchos se les conocía sólo por lo que habíamos oído o leído. De las escenas que más nos impactaron fue la de los participantes orando en grupos pequeños unos por otros especialmente por los enfermos. El enfoque principal ese sábado por la noche fue el de renovar nuestro compromiso bautismal y de confirmación y el de apropiarnos de manera más profunda de la vida del Espíritu recibidos en estos sacramentos. La noche acabó con baile y canto jubiloso al cantar la canción estrella "Alabaré" de Puerto Rico.

La mañana de Pentecostés, el 18 de mayo, a los 10,000 Carismáticos se unieron los participantes del Congreso Mariano y los peregrinos del Año Santo para la Liturgia de Pentecostés celebrada por el Papa en la Basílica de San Pedro. No fue casualidad que dos congresos internacionales, el Carismático y Mariano se celebraran simultáneamente en Roma y que el prelado que presidió ambos fuera el Cardenal Suenens, quien cuando fue consagrado Obispo en 1945 escogió como lema "In Espíritu Santo". ¿No fue concebido Jesús por obra del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María? Y ¿no nació la Iglesia cuando ese mismo Espíritu vino sobre los María y los Apóstoles? El domingo por la tarde, hubo seis talleres más. El que atrajo más gente fue el de los obispos que fue nos dio mucha luz a la vez que entretenido. El conferenciante esa tarde fue el Cardenal Willebrands de el Secretariado para la promoción de la Unidad Cristiana. Habló sobre "El Espíritu Santo y la Iglesia", públicamente apoyando y animando a la Renovación. Urgió a cada cristiano a que se apropiara de los dones del Espíritu y a manifestarlos en su vida personal y como miembro de la comunidad.

El congreso concluyó el lunes, 19 de mayo con la Misa celebrada por el Cardenal Suenens en altar Papal y con una audiencia Papal expresamente para los 10,000 participantes. Los doces obispos, que nos recordaba a los 12 apóstoles, y los mil sacerdotes vestidos iguales con un alba blanca y una estola roja sencilla, que celebraban con el representante oficial del Papa, fue un testimonio público de la inclusión del sacerdote en la Renovación Carismática. Después de la Misa la gente estaba esperando la llegada del Papa cantando Aleluya continuamente y en lenguas en armonía con el órgano tradicional y la guitarra moderna y todo con decoro y poder como nunca se había oído en San Pedro, de tal forma que el venerable maestro de ceremonias que antes nos había avisado en la sacristía, "comportaos- nada de lenguas en la Basílica", después nos dijo con lágrimas en los ojos, "Nos habéis enseñado este Pentecostés como orar en la Basílica de San Pedro". Una vez más, como el domingo, los participantes dieron la bienvenida al Papa por segunda vez no con el aplauso habitual sino con cantos y aleluyas - incluso orando en lenguas.

Fue en su discurso en esta audiencia particular cuando el Pontífice nos sobrecogió al decir que esta " renovación espiritual podía ser una "oportunidad" para la Iglesia". Citando a San Pablo en su carta a los Tesalonicenses, nos exhortó a no apagar el Espíritu, pero probarlo todo ( 1 Ts 4:19,21). Entonces nos dio tres principios de la enseñanza de San Pablo sobre los dones espirituales de la primera carta a los Corintios como límites y garantías de la Renovación Carismática: ser fieles a la auténtica doctrina de la Iglesia, usar los dones espirituales para el bien común y considerar que es el amor lo que hace perfecto al cristiano. Como dice San Fulgencio, "El Espíritu Santo puede dar toda clase de dones sin estar El mismo presente, sin embargo, El demuestra que está presente por su gracia cuando El da amor"

Después de leer su discurso oficial, el Papa lo puso a un lado y empezó a hablar extempora y en italiano lo cual sorprendió a todo el mundo refiriéndose a los "otros peregrinos (que eran en su mayoría italianos) que no pertenecían al movimiento Carismático", pero que estaban presentes en la audiencia". Ellos también se deberían unir a vosotros para celebrar la fiesta de Pentecostés", dijo a los carismáticos, "para que ellos también se puedan nutrir del entusiasmo y la energía espiritual con la que debemos vivir nuestra religión". Y diremos solo esto", concluyó, "Hoy en día, ¿o vivimos nuestra fe con devoción, profundidad, energía y alegría o nuestra fe se apagará". El Papa entonces se marchó con alegría reflejada en un rostro normalmente serio mientras que los participantes se marchaban del nuevo "Cenáculo" con bastante reticencia, abrazándose unos a otros, bailando sobre el suelo majestuosos y cantando las canciones favoritas del congreso: "You are my God", Aleluya, He has Risen y Sing to Lord a new Song".

En la rueda de prensa a la que asistieron 50 periodistas, seis de nosotros de cada unos de los continentes, conmigo mismo representando a Asia, dimos nuestras impresiones del Congreso y expresamos nuestras expectativas para el futuro. Al llamarnos al combate espiritual contra las fuerzas de alienación del mundo de hoy y confiándonos la misión de ser testigos de la alegría cristiana en ese mismo mundo, una alegría que renovará la faz de la tierra, el Papa, sentimos, no solo estaba expresando el amor de la Iglesia por nosotros, sino que nos estaba dando reconocimiento oficial al movimiento Carismático en la Iglesia Católica, algo que no esperamos tan pronto. El Papa Juan XXIII abrió la ventana de la Iglesia al Espíritu Santo, y ahora Pablo VI abrió la puerta, y marcando así un hito en la historia contemporánea, un nuevo Pentecostés para la Iglesia. Para mi, la primera Conferencia Internacional Carismática fue como si el Primer Pentecostés en la antigua Jerusalén cobrara vida, una anticipo del Eterno Pentecostés en la Nueva Jerusalén, un anticipo de lo que será el cielo.


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